María Luisa “La China” Mendoza: Viví como quise y me propuse Destacado
- Escrito por Mario Saavedra
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Desde que conocí a María Luisa La China Mendoza (Guanajuato, 1930-Ciudad de México, 2018) me sorprendieron su inteligencia despierta y su agilidad mental, su corrosivo sentido del humor y su gran calidad humana, rasgos todos ellos presentes tanto en su geografía literaria como en su no menos elocuente y prolífico trabajo periodístico. Me la presentó don Rafael Solana que la quería y procuraba mucho, por allá a medidos de la década de los ochenta, e igual por esa época coincidimos en el suplemento cultural El Búho de Excélsior que había fundado y dirigía nuestro no menos dilecto y admirado René Avilés Fabila. Con varios amigos cercanos en común como el propio René, igual compartíamos un profundo y sincero amor por los animales, por nuestros hermanos distintos pero complementarios, en particular por los perros con quienes hemos establecido una particular comunión, de ahí nuestra no menos confesa admiración por Fernando Vallejo y su obra donde los canes tienen un espacio protagónico.
• Escritora tenaz y periodista admirable por vocación y por convicción, La China Mendoza se distinguió por su estilo trabajado e impecable, producto de quien siempre manifestó además un enorme respeto por el idioma y los mejores escritores de nuestra lengua. La narradora, la biógrafa y la periodista coinciden así en la consecución de una prosa poética pletórica de imágenes sorprendentes y seductoras, las más de las veces salpicadas de elegancia, de ironía, de sabiduría tanto libresca como humana, sin dejar de lado tampoco la crítica sarcástica y hasta incendiaria muchas veces. Más allá de haber recibido varios premios por su obra tanto literaria como periodística, lo cierto es que no tuvo el reconocimiento merecido, como otros tantos cercanos colegas suyos igualmente excluidos del Parnaso sobre todo por su no pocas veces virulenta crítica en contra del establishment tanto político como cultural.
• Egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM donde estudió Letras Españolas, La China Mendoza igual manifestó siempre su amor por las artes escénicas, por lo que también se inscribió en la especialidad de escenografía en la Escuela de Arte Teatral INBA. Maestra en esos tres ámbitos en los que se movió con destreza y pasión, la literatura, el periodismo y el teatro, lo cierto es que en su radar de interés y placer se encontraban todas las manifestaciones culturales y artísticas que conocía y disfrutaba. No menos ajena a la política, entendida ésta no como vehículo de usufructo personal sino como espacio de gestión y debate públicos, y llegó a ser incluso diputada federal, por su estado natal, en la LIII Legislatura del Congreso de la Unión.
• Periodista versátil y de tiempo completo, fue no sólo una articulista respetada y muy leída hasta los últimos días de su vida, sino además comentarista en radio y televisión. Colaboradora permanente en diversas publicaciones periódicas como El Zócalo, El Día (miembro fundador y además titular de la página cultural El Gallo Ilustrado), Cine Mundial, Nexos, Novedades, Excélsior y El Universal, memorables son por ejemplo sus reportajes como corresponsal en Chile, en la época del Salvador Allende. En la década de los 70, una vez a la semana, era un gusto escucharla en sus formidables cápsulas culturales dentro del noticiero nocturno 24 horas, que conducía su colega Jacobo Zabludovsky, en el canal 2 de Televisa. Como periodista preparada, culta y comprometida con todas aquellas causas que consideraba justas e impostergables, contribuyó a darle lustre y prestigio a una profesión no siempre acometida con responsabilidad ni mucho menos rigor ético.
• Entre sus libros de merecida mención se encuentran sus novelas Con él, conmigo, con nosotros tres, De ausencia, El perro de la escribana, Fuimos es mucha gente y De amor y lujo (Premio Nacional de Novela “José Rubén Romero” en 2001), así como su compendio de cuentos Ojos de papel volando, donde el talento fabulador y hasta poético coinciden con la claridad de pensamiento y el poder observador de una mujer siempre atenta y sensible a cuanto pasaba a su alrededor. A medio camino entre la literatura y el periodismo, entre la imaginación desbordada y la reconstrucción vigorosa, estos textos diversos de La China son además un prodigio de elocuencia vivencial, porque si alguien disfrutaba de los gozos de la existencia con placer y sin miramientos —eso sí, sin nunca invadir ni mucho menos zaherir la dignidad del otro—, era ella: sibarita, viajera, siempre amiga generosa y leal. No menos valiosas son su biografía de Carmen Serdán, Tris de sol, y por supuesto su autobiografía De cuerpo entero.
• Ya enferma, y agotada por ochenta y ocho años vividos a plenitud y la pérdida de los más de sus seres queridos y amigos entrañables, María Luisa La China se fue como vivió, sin deudas ni pesos de conciencia, sólo con el enorme pesar de dejar a sus adorados e indefensos perros quién sabe en manos de quién, porque ese compromiso, me decía, lo había asumido sin dilación y sólo ella sabía del débito que tenía con quienes le habían dado tanto amor leal y agradecido. ¡Descanse en paz!
Mario Saavedra
Ensayista
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